LA FEUDALIZACIÓN DE LA IGLESIA

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Anteriormente habíamos visto como con la fragmentación del poder político romano y la aparición de nuevos reinos, a menudo enfrentados, Europa se había convertido en un escenario peligroso de luchas y guerras. A éstas tenemos que añadir las invasiones de pueblos externos. También habíamos visto como Carlomagno creó los Estados Pontificions como base del poder territorial del Papa y que éste, en agradecimiento, había coronado al rey franco como emperador de los romanos. De este modo, el Imperio Romano revivió y se puso sobre la mesa una cuestión complicada: ¿procede el poder del emperador del Papa o más bien al contrario, el poder del Papa se deriva del emperador?

Ahora bien, con la muerte de Luis el Piadoso, el Tratado de Verdún (843) hizo desaparecer el Imperio Carolingio,  puesto que sus hijos lo dividieron en tres reinos distintos, volviendo así a una Europa fragmentada.  Otra vez las luchas entre señores de la guerra sembraron el fuego y el metal en los campos. Los condes o funcionarios imperiales aprovecharon la debilidad del poder monárquico para construir sus propios reinos en los territorios que administraban. Estos territorios terminaron por vincularse a determinadas familias y a transmitirse hereditariamente, pronto el poder real sería solamente nominal.

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El tratado de Verdún (843) puso fin a la experiencia del Imperio Carolingio al dividir éste en tres reinos gobernados por tres nietos de Carlomagno.

Además tenemos que añadir otro factor de inestabilidad que ya hemos mencionado brevemente. En el siglo IX y sobre todo en el X, conicidiendo con esta fragmentación del poder político, se intensifican las incursiones de pueblos procedentes de la periferia europea. Veremos como el pueblo magiar, des de la Europa Oriental, se instala en el curso medio del Danubio (actual Hungría). Desde Escandinavia se produce una nueva oleada de pueblos germánicos, esta vez los vikingos que navegan por las costas del continente y por sus ríos, sembrando el terror por donde pasan. Llegaran al Mediterráneo, a Constantinopla, a las costas meridionales de Marruecos o incluso hasta América. Algunos de ellos se instalaran permanentemente alrededor de la desembocadura del Sena y la península de Armórica, región que con el tiempo será conocida como Normandía, puesto que sus nuevos pobladores serán los normandos o «hombres del norte». Otros conquistaron con el tiempo Inglaterra y aún la isla de Sicilia.

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Los vikingos se dedicaron a sembrar el terror por Europa, a bordo de unas embarcaciones conocidas como drakkars, porqué solían tener en el mascarón de proa la cabeza de un dragón.

En definitiva son unos años en los que empieza a gestarse un nuevo sistema socioeconómico y político, conocido como feudalismo. Este sistema, a grandes rasgos concedía a un grupo de poderosos (o nobles) con la capacidad suficiente para proteger a la población, la propiedad de la tierra así como la jurisdicción sobre la propia población (o vasallos). Ésta podía trabajar la tierra mediante el pago de una serie de rentas o servicios. Estas relaciones se basaban en la fidelidad y se construían desde la base hacia la cima de la sociedad. Así mismo, esta transmisión de tierras y derechos jurisdiccionales a los nobles era sancionada por la monarquía, de manera que la nobleza también debía fidelidad al rey y esta fidelidad se manifestaba  mediante asistencia militar o otros servicios.

Podríamos decir que este sistema era la respuesta a la coyuntura del miedo que se vivía, ante la ausencia de un poder fuerte capaz de poner orden. El emperador había desaparecido y la Iglesia no disponía de los medios necesarios ni tenía la fuerza suficiente para aglutinar a la sociedad a su alrededor, fuera de un plano espiritual. Con todo si que ensayó algunas medidas para sofocar tanta violencia, como fueron las treguas y paces de Dios, durante las cuales todo acto bélico estaba prohibido. Más tarde intentaron canalizar hacia fuera del continente esta violencia mediante las cruzadas. Pero la Iglesia terminó por caer dentro del juego feudal en calidad de poseedora de tierras y jurisdicciones.

Sin embargo se producirá al mismo tiempo una feudalización de la Iglesia. En principio porqué, como se ha dicho más arriba, tampoco disponía de los medios técnicos necesarios para su defensa pero sufrían igualmente saqueos y ataques, entonces la nobleza dependía también de los bellatores o nobles guerreros, para su defensa. Además la carrera eclesiástica se convirtió en la mejor salida para todos esos hijos de nobles que no habían podido heredar. Al tomar los votos quisieron mantener su estatus social, así que muy a menudo eran ellos los que accedían a los altos cargos: arzobispos, priores… monasterios y obispados eran utilizados por las familias nobiliarias como elementos estratégicos en la acumulación de poder e influencia, mientras se confundían cada vez más, los intereses de la nobleza y los altos eclesiásticos. Empezó a ser normal en este tiempo (siglos X-XI-XII) la venta de cargos eclesiásticos, conocida también como simonía (por Simón el Mago, personaje bíblico que intentó comprar a los apóstoles la gracia divina).

Otra consecuencia de la feudalización de la iglesia fue el incremento de personas ordenadas sin tener realmente una vocación. Pocos nobles abandonaban sus antiguas costumbres al tomar los votos y así muchos se casaban y tenían hijos, a quienes debían dejar herencia y por tanto construir un patrimonio propio. El matrimonio de eclesiásticos se conoce como clerogamia o nicolaismo y aunque no se prohibió formalmente hasta el Concilio de Trento (1545-1563) dentro de la Iglesia había muchas voces críticas con esta costumbre. La Iglesia europea estaba entrando en un proceso de degradación moral que reclamaba una reforma urgente y esta no tardaría en aparecer.

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