Mes: abril 2013

LA ISLA DEL PORTITXOL

illa

La isla del Portitxol y la Mona

Como una tortuga que tomase el sol varada en la cala y disfrutase de las aguas del Mediterráneo, encontramos así el islote del Portitxol. La cala de la Barraca, al lado de la cual se encuentra la isla, fue des de antiguo un lugar en el que embarcaciones fenicias, romanas o de piratas y contrabandistas, en épocas más recientes, fondeaban.

En la actualidad la isla se encuentra deshabitada, sin embargo se han encontrado restos que nos hablan de una intensa ocupación durante la época romana. Debieron de ser los romanos quienes construyeron dos pequeños puertos artificiales para arribar a la isla. Hoy en día queda poco, algunos muros de bancales y otros que formaban edificios. El pintor de Xàbia Segarra Llamas la visitó en el año 1947 y nos dejó un relato en el que afirmaba que no era difícil encontrar paseando por aquel entonces, restos de metal, vidrio, cerámicas, tejas o piedras de pavimento. Incluso afirmaba que los restos de estructuras que había, junto con elementos arquitectónicos como capiteles, revelaban la existencia de alguna vivienda noble o incluso de algún templo de alguna deidad romana. Ahora bien, parece complicado de imaginar que en este islote de 8 hectáreas residiera alguna familia patricia o que algún dios tuviese un santuario. Fuera más plausible por tanto, pensar en algún tipo de explotación económica.

aeria portitxol

Vista aérea de la isla en la que se pueden observar restos de estructuras y una casa de construcción reciente.

El geógrafo griego Estrabón (64 a.C-19 d.C) en su Geografía, nos habla de una ciudad llamada Hemeroscopeion, situada entre el río Sucron (probablemente el Xúquer) y la ciudad de Cartago Nova (Cartagena), esta ciudad tiene una pequeña montaña o promontorio del cual se extrae hierro. Así mismo cerca hay una laguna de sal y dos islotes llamados Planesia y Plumbaria, respectivamente, tal vez aquí el geógrafo nos hablase del Cabo de la Nau y del Cabo de Sant Martín, de la hoy desaparecida laguna del Saladar, de la isla del Portitxol y del islote de Ambolo, aunque todo esto son suposiciones.

Volviendo a la arqueología, Segarra Llamas continua contándonos que había dos enterramientos con lucernas, elementos que señalan una ocupación en época paleocristiana. Y desgraciadamente poco más conocemos sobre la ocupación de la isla. La volveremos a encontrar en una historia del obispo Gregorio de Tours (538-594) según la cual, durante una de las tantas guerras civiles visigodas, las tropas del rey Leovigildo atacaron un monasterio situado en un lugar indeterminado entre Sagunto y Cartagena. Los monjes corrieron a refugiarse en una isla cercana. Muchos en otros el historiador Roc Chabás, quisieron situar este breve episodio en Xàbia, de manera que la isla en cuestión fuese la del Portitxol, pero no se ha encontrado ninguna evidencia.

Por otra parte, los bancales de piedra seca con viñas y árboles frutales que aún se podían ver a principios del siglo XX, nos hablan de otro uso de la isla como lugar de explotación agrícola, en un periodo reciente en el que la tierra buena escaseaba y aquellos que tenían menos recursos, habían de vivir con tierras de menor calidad. La isla fue de la familia Cholbi hasta que fue vendida a la familia Quero en el siglo XVIII.

Para llegar al mirador de la isla, des del centro de Xàbia hay que coger la carretera del Cabo de la Nau-Pla y seguirla todo recto hasta encontrar la carretera del Portitxol.

CLUNY, GERMEN DE LA REFORMA PONTIFICIA (siglos X-XII)

abbaye-de-cluny-969

Abadia de Cluny hoy

En la entrada El siglo de hierro del Papado habíamos visto hasta que punto de decadencia había llegado la institución papal, como el Papa se había convertido en una marioneta en las manos de una familia, los condes de Túsculo y su progenie.  Las voces que clamaban por una reforma eran cada vez mayores, pero también era muy evidente que, dado el control de los laicos de la Iglesia, la renovación solamente podía llegar desde fuera de la institución. Como respuesta a esta degradación general, empezó a tomar fuerza un discurso, según el cual era necesario un retorno a los orígenes de los valores cristianos: la pobreza y la vida sencilla.

Donde el movimiento reformador tomó más fuerza fue en los monasterios, en el interior de los claustros se fraguaron recetas para sanar espiritualmente a la Iglesia. Muchas de estas soluciones partían de la idea de darle un nuevo aire a la regla benedictina, que era la base del ordenamiento de la mayoría de órdenes monásticas. La regla toma su nombre de su creador, Benito de Nursia, un patricio romano que vivió en el siglo Vº y que de alguna manera definió los fundamentos de la vida monástica. Los principios de la regla quedan fijados en el famoso aforismo: ora et labora, es decir rezar y trabajar. El monje ideal dedicaba su jornada a la contemplación y al trabajo manual a partes iguales, escapaba de los placeres mundanos y las comodidades y rechazaba toda propiedad material, a fin de llegar a Cristo.

De todas las experiencias monásticas de este periodo, Cluny fue la más importante por el alcance que tuvo. La orden de Cluny fue fundada en el año 910 por el monje Bernón de Borgoña al recibir del duque de Aquitania un lote de tierras para el establecimiento de una casa de frailes. El abad actuó con gran astucia ya que pidió situar la orden bajo la sola autoridad del Papa, esto es que los frailes sólo habían de rendir cuentas al jefe de la Iglesia, pero no al rey, señor feudal o obispo que tuviese la jurisdicción en las tierras donde el monasterio se encontraba.

scriptorium

Monjes en el scriptorium de un monasterio, lugar en el que se copiaban libros.

Los monjes de Cluny adoptaron la regla de San Benito como marco ideológico y organizativo básico pero la revisaron para otorgarle mayor peso e importancia a la vertiente espiritual. El trabajo de los monjes quedaba reducido a la copia de manuscritos para nutrir las bibliotecas de la orden, mientras que el resto de tareas fueron asignadas a los siervos. Otra gran diferencia con las órdenes anteriores fue la mayor clericación de los monjes de Cluny, es decir que los monjes eran ordenados sacerdotes y podían celebrar la misa.

Esta regla revisada obtuvo una gran popularidad y muchos monasterios quisieron adoptarla. El Papa Juan XI concedió además al abad de Cluny el privilegio de tener la autoridad jurídica sobre todas las casas reformadas con la nueva regla. Más bien los monasterios pasaban de ser abadías a prioratos, puesto que la diferencia entre unos y otros era la autonomía que poseían.

La clave de su éxito fue su organización, en una época bastante caótica Cluny se desarrolló como un ente corporativo, una vasta tela de araña dirigida des del centro de la Borgoña,  por la casa madre cuyos tentáculos llegaban a toda la cristiandad occidental. En pleno apogeo, a finales del siglo XI Cluny contaba con más de 1400 monasterios repartidos entre Borgoña, Francia, Italia, Inglaterra, el Imperio Romanogermánico y los reinos cristianos de la península Ibérica.  Del propio monasterio de Cluny se fundaron los llamados «Hijas de Cluny» los 5 prioratos de Souvigny, Sauxillanges, la Charité-sur-Loire, Lewes y Saint Martin-des-Champs. Éstos cinco eran controlados directamente por el abad de Cluny que se encargaba de establecer las normas, velar por su cumplimiento, dirimir conflictos entre las distintas comunidades, etc..

Dehio_212_Cluny

Grabado que representa el monasterio de Cluny antes de su destrucción durante la revolución francesa.

A su vez estas casas podían fundar otras casas súbditas que sin embargo, tenían su propio abad y podían elegir otro que las representara frente a Cluny. Finalmente había las abadías afiliadas, monasterios preexistentes que adoptaron la nueva regla benedictina pero que no dependían directamente.  La mayoría de estos monasterios seguían y repetían el esquema arquitectónico de Cluny, monasterio que se había construido incorporando algunas innovaciones técnicas del momento. Este nuevo estilo que se estaba ensayando hubiera podido ser uno más de los que encontramos en el alto medievo, ahora bien el éxito de Cluny contribuyó a que este estilo se expandiera rápidamente por toda la cristiandad occidental, este orden se denomina románico y va unido al nombre de Cluny.

Y a pesar de todo, o mejor dicho a consecuencia de todo,  Cluny murió de éxito. El poder, la riqueza y una regla relajada atrajeron de nuevo a los poderes laicos con lo cual se volvía al problema inicial. La estructura monárquica y jerarquizada que ayudó a la orden a crecer, terminó convirtiéndose en una rémora para su organización efectiva, de tal manera que a más crecía la orden, más impracticable era gestionarla. Además su expansión implicó la entrada en contacto con distintas tradiciones jurídicas que a veces chocaban entre si y provocaban conflictos entre las casas. Finalmente, hacia el siglo XII empezó a ganar adeptos una nueva corriente monástica que abogaba por una pobreza material de los monjes como medida para llegar a Dios. Cluny murió y con ella el románico, soplaban nuevos aires y con ellos llegaron para quedarse el Císter y un nuevo orden, el gótico.

Llegados a sus exequias, es momento de reflexionar sobre su legado. Bajo su techo germinó y dio frutos una nueva visión del Papado como una institución fuerte independiente de los laicos, que debía dirigir la cristiandad, no sólo espiritualmente sino también políticamente. Fue en un monasterio cluniacense donde ingresó, hacia el 1030, un joven toscano llamado Hildebrando Aldobrandeschi, hijo de un carpintero y de madre desconocida y cuya educación fue confiada a un tío suyo, abad del monasterio romano de Santa María del Aventino.  Este joven llegaría a Papa y su pontificado será recordado durante siglos.

SJPNA G01

El monasterio de Sant Chuan d’a Penya en Huesca fue uno de los primeros que adoptó la nueva regla de Cluny en la península ibérica.
(fuente: http://www.romanicoaragones.com)

Aitor Mahiques Bataller